NO ESTAMOS SOLOS

Antes pensaba que para no sentirme sola tenia que rodearme de la mayor cantidad de personas posible, sin embargo debido a mi carácter parco, no era mucho lo que podía hacer el respecto.

Al llegar a casa, desesperadamente encendía la TV o la radio para sentirme acompañada, porque detestaba el silencio de una casa vacía; sin embargo siempre era lo mismo, pues la soledad era tan real como el helado que me devoraba viendo alguna triste película sola en mi habitación.

Seguramente a ti también te ha pasado lo mismo y tal vez, ahora mismo estés experimentando esa asfixiante soledad, aquella que se invita sola a nuestras vidas, que hace fuerza y entra sin permiso hasta lo profundo de nuestro corazón; esa amiga indeseable y tóxica que va consumiendo poco a poco nuestras fuerzas y nuestras esperanzas. Quizás, ahora mismo estés sumergido(a) en tus tristezas, ahogándote en preguntas que no tienen respuesta y lamentándote por lo solo(a) que crees que estas.

Sin embargo, ahora entiendo que nunca estuve sola, que mientras me entercaba pensando en que nadie deseaba mi compañía,  había alguien se esmeraba por llamar mi atención, alguien que sólo miraba por mi ventana, porque mi puerta estaba siempre cerrada para Él.

Y en las noches, cuando el miedo a la oscuridad me paralizaban, no sabía que Él extendía su mano hacia mí para cuidarme, pues yo sólo sentía el cálido abrazo del silencio, pero no sabía que era Él. No entendía que cada vez que salía a caminar “sola” por las calles de esta ciudad, atemorizada y en constante estado de alerta, Él iba detrás de mí resguardándome y neutralizando peligros que nunca llegué a experimentar, gracias a Él.
Nunca estuve sola, pero yo no lo sabía, hasta que realmente pude conocer toda la verdad, y desde aquel momento a donde voy, sé que Él está conmigo, pero no es mi ángel guardián, ni algún agente de seguridad contratado, ni un admirador fanático, es simple y sencillamente: Dios. Tú también puedes dejar de sentirte solo(a), para ello únicamente tienes que conversar con Él. Puedes hacerlo en tu habitación, caminando al trabajo, a la universidad, al súper mercado, etc. No necesitas más que ganas de hablarle y grades oídos para escucharle hablar.
Recuerda que no todo lo que no puedas, ver no existe. No puedes ver el aire, pero sí puedes sentirlo. Así es Dios, y aunque mis ojos no puedan verlo, lo puedo sentir, y sé que, en este momento, Él está sentado junto a ti y junto a mi…