DISFRUTA CADA ETAPA DE TU VIDA

El sueño del hombre de parecer eternamente joven lo lleva, muchas veces, a someterse a diversos tratamientos de rejuvenecimiento sumamente costosos y, algunas veces muy dolorosos. Este innato instinto de preservación es aprovechado por otros, que ofrecen la fórmula de la eterna juventud.

Arrugas, canas, envejecimiento y muerte, es aquello de lo que constantemente el hombre huye. Para evitarlo se han inventado cremas, vitaminas, compuestos, botox, implantes faciales, implantes de cabello, cámaras de ozono, etc, publicitados por los medios de comunicación, que seducen a las personas ávidas de verse jóvenes y que las mueve a consumir sus productos por toneladas. Pero si todo ello no es suficiente para lograr los resultados deseados, como última opción, existe la cirugía plástica que, con seguridad, devolverá la firmeza al rostro, eliminando arrugas, líneas de expresión, mejorando el “aflojamiento” de la piel, de la cara, del cuello,   cambiándole las facciones y eliminando cualquier osado vestigio que denote su verdadera edad; regresándolo a los veinte años, aun cuando ya frise los cincuenta.

Mientras estas personas intentan recuperar su juventud, los verdaderos jóvenes la menosprecian, la inutilizan y hoy podemos ver jóvenes avejentados, sin fuerzas, que van por la vida arrastrando los pies, llevando sobre si la joroba de la frustración y la amargura, sin esperanza, deseando acabar con su existencia, renegando de su juventud, deseando ser “grandes” para lograr ser escuchados en este mundo de adultos. Este es el panorama en el que vive el mundo; sin embargo es verdad que la etapa de la juventud es hermosa, pero, también es cierto, que cada etapa de nuestra vida es especial y que Dios lo ha establecido así para disfrutarla intensamente; sea a los veinte o a los sesenta. Él está interesado en nosotros, no en nuestra edad, cuando Dios nos mira, esta viendo el potencial depositado en nuestro interior, no desvía su mirada hacia el empaque que puede aparecer, arrugado, marchitado, aplastado, sin forma, sin gracia, sin armonía. "Dios no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que esta delante de sus ojos, pero Él mira el corazón”. Consideremos esto y empecemos a dar gracias por cada día, mes y año de vida que tenemos, por haber cumplido veinte años o por haber llegado a los hermosos ochenta, manteniendo aún la expectativa de lo mucho que todavía hay para nosotros.