¿Qué es lo primero que piensas cuando algo se termina en tu vida? tal vez te preguntes: ¿Y ahora qué? ¿Y ahora qué rumbo tomo? ¿y ahora qué le digo a la gente? Cuando algo se termina en nuestra vida, cuando algo se rompe, sea lo que sea, siempre provocará gran incertidumbre en casi todas las personas. De habernos habituado a vivir de una determinada manera, ahora todo ello tiene que ser mutado en una forma totalmente distinta, y ello lógicamente traerá tristeza.
Para quien vivió mucho tiempo acompañado, el hecho de haber sido abandonado, resultará todo un sufrimiento. El miedo y la frustración empezarán a colarse por entre los quiciales de las ventanas de su alma ¿Y ahora qué? se preguntará, ¡no puedo seguir yo solo! Este pensamiento hasta cierto punto parece razonable, por un buen tiempo sentirá que le falta la otra mitad, que está incompleto, que el sol se oscurece a cada paso que da, que los días son demasiados largos y las noches demasiado cortas como para derramar toda su tristeza, que lo que hasta ayer tenía sentido, hoy ha perdido todo valor y convicción y hasta las risas de los demás le parecerán como filudos cuchillos asestándose en su herido corazón.
Y entonces volverá a preguntarse ¿Y ahora qué hago? pero la respuesta no la va ha encontrar debajo de la almohada, o entre los acordes de una vieja canción nostálgica; no la va ha encontrar en el silencio de aquella playa que tantas veces marco cuatro pisadas, pero que hoy sólo ve aparecer únicamente dos. No la va ha encontrar en las cantinas atestadas de gente desesperanzada, a la que también abandonaron. No la va ha encontrar en la mirada de otra persona, a la vuelta de la esquina, porque entonces no sólo será uno el herido, sino, dos. La respuesta tampoco la va ha encontrar en la ira y el deseo de venganza, sino en el tiempo. Aquel aliado que tarde o temprano termina por corroer todo vestigio de dolor. El tiempo, aquel cuya estrategia es asombrosa, pues primero empieza sofocando los suspiros, luego inutiliza el llanto, para luego apaciguar el rencor, y finalmente esconder los recuerdos en lo profundo del corazón.
El tiempo, querido amigo (a) es el mejor remedio para olvidar, para que los queloides del sufrimiento vivido, se aminoren.
No permitas que el sentirte abandonado(a) acorte tus ganas de vivir. Sólo date el tiempo suficiente. Así de grande que sea tu dolor, así de grande debe ser el tiempo requerido para sanar aquella herida, y recuerda que eres demasiado importante como para guardarle luto perpetuo a la felicidad. Si alguien te abandonó, no significa que te abandones tu también. Sigue adelante, sabiendo que alguien en esta vida, llegará a completar las cuatro pisadas sobre la arena del mar.
Y entonces volverá a preguntarse ¿Y ahora qué hago? pero la respuesta no la va ha encontrar debajo de la almohada, o entre los acordes de una vieja canción nostálgica; no la va ha encontrar en el silencio de aquella playa que tantas veces marco cuatro pisadas, pero que hoy sólo ve aparecer únicamente dos. No la va ha encontrar en las cantinas atestadas de gente desesperanzada, a la que también abandonaron. No la va ha encontrar en la mirada de otra persona, a la vuelta de la esquina, porque entonces no sólo será uno el herido, sino, dos. La respuesta tampoco la va ha encontrar en la ira y el deseo de venganza, sino en el tiempo. Aquel aliado que tarde o temprano termina por corroer todo vestigio de dolor. El tiempo, aquel cuya estrategia es asombrosa, pues primero empieza sofocando los suspiros, luego inutiliza el llanto, para luego apaciguar el rencor, y finalmente esconder los recuerdos en lo profundo del corazón.
El tiempo, querido amigo (a) es el mejor remedio para olvidar, para que los queloides del sufrimiento vivido, se aminoren.
No permitas que el sentirte abandonado(a) acorte tus ganas de vivir. Sólo date el tiempo suficiente. Así de grande que sea tu dolor, así de grande debe ser el tiempo requerido para sanar aquella herida, y recuerda que eres demasiado importante como para guardarle luto perpetuo a la felicidad. Si alguien te abandonó, no significa que te abandones tu también. Sigue adelante, sabiendo que alguien en esta vida, llegará a completar las cuatro pisadas sobre la arena del mar.
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