A veces donde ya no existen palabras, se usan otros medios para comunicarse. Cuando se acaban las palabras, los puños, muchas veces llegan a tomar su lugar. Y pese a creer que los golpes sanan pronto y las heridas cicatrizan, para quien los sufrió, a pesar de los años transcurridos, el dolor y el recuerdo, aún permanecen intactos.
Amigo lector, quizás tú has sido víctima de los puños de alguien, quizás te quebraron algo más que el cuerpo, quizás hoy te preguntes por qué no te sientes como cualquiera de las personas que te rodean, por qué sientes que arrastras pesadas cadenas que te impiden ir al mismo paso que todos, por qué hasta hoy, y pese a tu edad, aún te ves como un niño(a) llenó de miedo, tristeza, soledad y aungustia, y pese a tu fuerza, por dentro aún te sientes débil y frágil.
El maltrato que se haya sufrido en cualquier etapa de nuestra vida, provocado por cualquier persona, se constituye en un freno en el normal desarrollo de nuestros afectos. Es como una enorme cadena enroscada alrededor de nuestros brazos, de nuestros pies y de nuestra boca que nos impiden abrazar a quiénes amamos; correr hacia la libertad y expresar lo que sentimos, sin temor a ser heridos.
Mucha gente aún vive con sus amargos recuerdos, aún revive día tras día el daño sufrido. Sin embargo no tienen por que vivir así. Ninguno de nosotros fue creado para sufrir, para ser maltratado, para vivir encerrado en oscuras prisiones; y si hoy te sientes así, déjame decirte que existe alguien que tiene la llave para abrir la celda y dejar libre tu alma, ese es Dios. Él no ha sido culpable de lo que te ha ocurrido, Él siempre ha estado a tu lado, y aunque no lo creas, te ha protegido, y hoy pretende ayudarte a superar tus miedos y a sanar tus heridas del alma. Su mano está extendida, tal vez probaste de todo para sentirte mejor, pero lo único que lograste fue adormecer momentáneamente tus pesares. Sin embargo Dios puede darte la verdadera libertad; sólo tienes que hacer esta pequeña oración: “Señor Jesús, vengo ante Ti buscando tu ayuda, pues ya no puedo solo(a), necesito que me liberes de mis recuerdos, de mis tristezas, haz de mi un hombre/mujer libre. Te necesito, entra en mi corazón y desde allí empieza a sanar todas mis heridas, se Tú mi Señor y Salvador. Amén”
Mucha gente aún vive con sus amargos recuerdos, aún revive día tras día el daño sufrido. Sin embargo no tienen por que vivir así. Ninguno de nosotros fue creado para sufrir, para ser maltratado, para vivir encerrado en oscuras prisiones; y si hoy te sientes así, déjame decirte que existe alguien que tiene la llave para abrir la celda y dejar libre tu alma, ese es Dios. Él no ha sido culpable de lo que te ha ocurrido, Él siempre ha estado a tu lado, y aunque no lo creas, te ha protegido, y hoy pretende ayudarte a superar tus miedos y a sanar tus heridas del alma. Su mano está extendida, tal vez probaste de todo para sentirte mejor, pero lo único que lograste fue adormecer momentáneamente tus pesares. Sin embargo Dios puede darte la verdadera libertad; sólo tienes que hacer esta pequeña oración: “Señor Jesús, vengo ante Ti buscando tu ayuda, pues ya no puedo solo(a), necesito que me liberes de mis recuerdos, de mis tristezas, haz de mi un hombre/mujer libre. Te necesito, entra en mi corazón y desde allí empieza a sanar todas mis heridas, se Tú mi Señor y Salvador. Amén”
Muy interesante cada articulo, gracias,..porqe muchos de ellos me han ayudado y alentado...Dios le bendiga!!!
ResponderEliminar