Qué extraña sensación cuando alguien viene por detrás de nosotros y con
fuerza o astucia nos quita nuestras pertenencias, es una sensación de
impotencia si es que usó la fuerza o de indignación cuando fue
supuestamente más “listo” que nosotros. Y después del primer shock lo
que viene después es aún peor, verificar todo lo que nos robaron, es
allí donde vemos que parte de nuestra vida se fue con aquel. Para una
mujer su cartera es un instrumento indispensable dentro de nuestra
vestimenta diaria y allí cargamos con todo lo que necesitamos a lo largo
del día, tal vez ni se imaginen todo lo que las mujeres somos capaces
de guardar en nuestras cartera,s y cuando vemos que alguien se llevó a la
fuerza todo lo nuestro, nos vemos desvalidas y hasta invadidas en
nuestra privacidad.
Aquel individuo se enterara de parte de nuestros hábitos, verá
hasta el último envoltorio de chocolate que nos comimos por la mañana,
¡en fin! Buscará y rebuscará en nuestros mensajes de texto del celular
que guardamos en esa cartera…al pensar en esto, también me di cuenta que
así es el enemigo de nuestras almas con nosotros, nos roba lo mas íintimo que tenemos, es decir, nuestra comunión con Dios, puede que
vayamos por la calle y en un momento dado él venga y nos robe algo. Podemos
perder nuestra buena relación con Dios por desear lo que no es nuestro,
por hacer divagar nuestra mente por senderos de seducción al paso, por
mantener rencillas en el corazón, por dejar que las raíces de amarguras
asfixien nuestra existencia…
Existen muchas formas de ser despojados de
todo lo bueno que Dios nos ha dado, por eso pidamos a Dios que siempre
vele por nosotros “líbranos de la tentación” reza la oración que nos
enseño Jesús, pero finalmente somos nosotros los que determinamos que
tan cerca queremos estar del fuego abrasador.