Una de las cosas que más me gusta de la hora del desayuno es el pan, suave, pero a la vez crujiente, calientito y con aquel aroma casero que solo o acompañado es una delicia al paladar.
Muchas personas rechazan comerlo, porque consideran que tiende a engordar, sin embargo otras tantas, han optado por dejar a un lado los prejuicios y considerar a la ahora del desayuno unas cuantas piezas de este rico alimento.
Recuerdo una oportunidad en la que me dirigí a una panadería cercana a mi domicilio para comprar el pan que degustaría toda mi familia a la hora del desayuno. Al momento de acercarme al mostrador para escoger el tipo de pan que compraría aquella mañana, grande fue mi sorpresa al encontrar a dos pequeñas moscas jugueteando despreocupadamente sobre los panes recién salidos del horno, una perseguía a la otra, luego se escondían entre los panes, para después descansar plácidamente sobre ellos. El aroma que despedía el pan era delicioso, su aspecto era muy agradable; sin embargo al ver aquellos cuatro ojillos mirándome, con sus minúsculas patitas puestas sobre el pan que pronto compraría, me generó una gran repulsión. Sabía yo muy bien que las moscas no siempre suelen estar en lugares limpios y que el hecho de verlas sobre aquellos panes me hacía presumir que aquel lugar no era tan pulcro como parecía.
Recuero que salí muy triste de aquel lugar y me dirigí a otra panadería, en donde, si bien los panes no eran tan agradables como aquellos otros; sin embargo, no habían moscas rondándolos. Allí compré el pan para luego llevarlo a casa.
Hermanos, muchos cristianos podemos ser como aquellos "panes", podemos resultar atractivos ante los ojos de los demás, podemos ser amigables, y presentarnos como buenas personas; sin embargo puede ser que dentro de nuestro corazón un puñado de moscas se encuentren rondando y hayan hecho su centro de diversiones en él; lo cual tarde o temprano será puesto en evidencia y ello alejará, no sólo a las personas de nosotros, sino al bendito Espíritu Santo.
Al nacer de nuevo, cada cristiano ha salido del "horno de pan", bien cocido, calientito y con un aroma delicioso; no permitamos que la inmundicia del mundo llegue a posarse sobre nosotros. Alguien dijo: “No puedo evitar que las aves vuelen sobre mi cabeza, pero sí puedo evitar que se asienten sobre ella”. No podemos evitar que el pecado reine en este mundo, pues el príncipe de las tinieblas, aún no ha sido lanzado al abismo eterno; sin embargo sí podemos evitar que la inmundicia se pegue a nuestras vidas.
Mantengámonos en santidad, a fin que las personas vean que somos tal cual nos presentamos delante de sus ojos y que no existen moscas asentadas en nuestro corazón.
Mantengámonos en santidad, a fin que las personas vean que somos tal cual nos presentamos delante de sus ojos y que no existen moscas asentadas en nuestro corazón.
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